A raíz de la jubilación de la empleada Vilma Bafundo, luego de 40 años en el Colegio, el Dr. Horacio Alberto Vero la despide.
Hay nombres (o apodos) que neutralizan el apellido de una persona. Y muchas veces – también- se constituyen en un símbolo que identifica a un lugar o a una institución.
En nuestro Colegio, hay un sobrado ejemplo de cuanto afirmo: se trata de Vilma. ¿Quién no la conoce, sino por su nombre? ¿Quién no la vincula con esta Casa? Quién, en estos últimos cuarenta años no ha tenido un llamado o una charla con este querible “personaje” que a fuerza de responsabilidad, capacidad y entrega sin límites ganó el corazón de autoridades, abogadas y abogados.
Conozco a Vilma desde junio de 1984, cuando por primera vez llegué al Colegio. El destino quiso que compartiera con ella tres Presidencias. Fueron innumerables los viajes por las localidades del Dpto. Mercedes con ceremonias de juramento, reuniones, cursos y jornadas.
Estaba en el mínimo detalle. Y eran tantas sus ganas de hacer que costaba seguir su ritmo infatigable. Capaz de llamarme a las once de la noche: “Dr., mañana hay conferencia de prensa”. Y a las seis, otra vez: “Dr., hoy hay conferencia de prensa”. Doy fe que en los Colegios de la Pcia. su nombre era sinónimo del Colegio mercedino. “Saludos a Vilma”, “Gracias a Vilma que al instante envía lo que solicitamos”.
Es que hace cuatro décadas se “puso” la camiseta del Colegio y la lució y defendió con infinito orgullo. Capaz de “dar la vida” en el intento. Porque este edificio fue su primera casa. Su lugar en el mundo.
Vilma se jubila. Me lo dijeron hoy sus ojos brillosos y su voz entrecortada debajo del barbijo. Solo atiné a abrazarla fuerte, como diciéndole ¡Gracias!
Gracias por demostrar que cuando uno ama su trabajo, lo hace con pasión y alegría. Gracias por esa tímida e inconfundible sonrisa que trataba de entender y conformar al mundo: al impaciente, al enojado, al soberbio, al disconforme, al escéptico. Y Gracias por los inolvidables momentos vividos y el trato cálido y respetuoso dispensado.
Ahora, una nueva y hermosa etapa te espera. Vamos a extrañarte. Muchísimo. Igualmente, en cada rincón, en cada pared y en cada escritorio, ha quedado un “VILMA” grabado para siempre. Porque tu nombre, además de clausurar a tu apellido, será eternamente un símbolo imborrable en la historia de tu amado Colegio.
Horacio Alberto Vero